El movimiento del 15M ha demostrado que tiene una capacidad organizativa extraordinaria, pero se da la paradoja que las sinergias creadas no se han visto reflejado en las urnas. El panorama que queda a partir de ahora es la irrupción con fuerza de fuerzas de derecha. Las fuerzas de izquierda han salido muy perjudicadas.

La duda es ¿y ahora qué? Pues que a pesar de cómo ha quedado el panorama el movimiento no se puede diluir. Es ahora cuando tiene que trabajar con más fuerza y energía, ya que crear nuevas sinergias es tarea dura y difícil.

Y aunque el movimiento no se sienta representado ni le guste la manera de funcionar del sistema no le va a quedar más remedio que pasar por el tubo y reorganizarse para formar un nuevo partido político, ya que el sistema no se cambia desde el sistema. El sistema tiene sus propias reglas del juego y para cambiarlas hay que participar en él.

El movimiento puede verse amenazado por varios factores: muchos intentarán desacreditar todas las movilizaciones, etiquetarlos como «perroflautas» (o como en los tiempos del tío Paco «vagos y maleantes»), otros intentarán acercarse para sacar rédito electoral y quizá a partir de ahora se les deje de dar voz en los medios de comunicación.

Ser un movimiento asambleario no está reñido con la representación política tal y como conocemos y concebimos la democracia. Es más, un movimiento asambleario enriquece las propuestas e ideas de todos los representados. Eso sí, no puede renunciar a tener una representación en las urnas. ¿De qué sirve no sentirse representado si este movimiento no se transforma en una organización visible y eligible?

Son muchas las personas que han estado presentes en las concentraciones que a lo largo y ancho de la geografía española han salido a la calle a decir que la sociedad es cada día un poco más injusta, que la gente ya no se preocupa por tener casa, piso o chalet (ni tan sólo hay opción de tener «techo»), que hay familias que no saben qué van a comer el mes que viene, que el futuro de los jóvenes es cada día más incierto, y que ni tan sólo se abre una puerta para la esperanza.

El movimiento social debe ir acompañado de un movimiento político que sea fácilmente identificable por los ciudadanos y que cuando estos ejercen libremente su voto puedan ver reflejado su sentimiento y opción.

Los próximos días serán interesantísimos en términos de información política. Se irán dibujando pactos y colores y veremos qué dicen los partidos de esa fuerza social que se ha ido generando durante mucho tiempo pero que ha sido ahora que se ha transformado en la ocupación de calles y plazas. Lo siguiente es, irremediablemente, llenar las urnas.

Por otro lado cabe analizar ¿de qué manera el movimiento ha influído en las elecciones municipales y autonómicas?. Difícil de contestar, puesto que el mapa electoral se ha teñido de azul quizá no por haber ganado, sino porque los otros han perdido.

El movimiento debe saber transformar los apoyos en votos, ya que afiliados y simpatizantes no faltan nunca en las urnas.  Pero ¿cómo motivar a los desencantados? ¿Cómo llegar a generar interés en aquellos y aquellas que no confían en el sistema? Sólo sabiendo comunicar que son una fuerza alternativa.

El movimiento 15-M ha sabido llegar, comunicar y hacer callar bocas. Es hora de escoger a sus líderes con nombres y apellidos. Caras con las que poder identificar una opción política alternativa y diferente. Y para eso queda relativamente poco tiempo, ya que en menos de un año deben haber sido capaces de transformarse, crecer y evolucionar.


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