toro_osborneYa no sé si es indignación, rabia, asco o apatía lo que tengo. Quizá sea una mezcla de todas a las que hay que añadirle la pena, la vergüenza, el menosprecio, la risa y el llanto. Me indigna ver cómo se maneja este país por personas que se creen preparadas para hacerlo y en realidad no tienen ni idea. Me da rabia ver cómo se recortan servicios en pro de una austeridad que no llega a los bancos ni a la clase financiera. Me da asco escuchar las noticias cuando veo a aquellos que se adueñan de la bandera de un país nos dicen cómo y qué debemos hacer; claro que quizá no sean estos los que en realidad mueven los hilos y sólo sean simples marionetas de una señora a la que no he visto en persona, no entiendo cuando habla y no he votado nunca. Eso sí, manda como la que más. Siento apatía por la política, a pesar de que sé que las decisiones que se toman me influyen y afectan. Qué lejos quedan los tiempos en los que sentí vivir en un país avanzado cuando se reconoció la dependencia de aquellas personas que ya no se valen por sí mismas y necesitan de terceras personas para realizar las actividades de la vida diaria. Qué gran progreso reconocer a los cuidadores de personas con carencias de todo tipo: demencias, dificultad de movilidad, enfermedades congénitas, adquiridas, neurológicas… Esa sensación de sentir que las leyes están al servicio del ciudadano y facilitan que dos personas que se quieren puedan legalizar su amor.

Siento pena cuando hay familias que les da vergüenza venir a Servicios Sociales porque nunca se hubieran visto ser atendidos por unos profesionales que cada día tienen menos gestiones por gestionar y menos ayudas para ayudar. Pena cuando los niños que vienen a las entrevistas vienen con ropas y zapatos de dos o tres temporadas atrás, muchas veces desgastadas de tanto lavarlas porque sus padres tienen que elegir entre vestirse o comer. La decisión entre comer o pagar piso ya se tomó hace algún tiempo por desgracia.

La vergüenza aparece cuando aquellos que deben dirigir el país hacia la prosperidad se justifican haciendo leyes que perjudican a los trabajadores en nombre de los parados. Sí señor, eso es hacer país. Vamos a decirles a unos que son unos privilegiados por trabajar habiendo muchas personas que quieren y no pueden, hombre. Si lo de desprestigiar al colectivo de funcionarios funcionó, este discurso va a causar sensación. Menosprecio a una clase política que deja caer un país en manos de los mercados, eso de lo que todos los días oímos hablar pero que nadie conoce. Y digo yo, que cuando voy al mercado está Pedro el frutero, Gertru de la carnicería y Laura de la pescadería pero no veo que estén montados en el dólar. Por eso me gustaría saber los nombres y apellidos de esos que se sientan en los despachos de «los mercados». Esos que nunca leen blogs de personas anónimas o con nombre y apellidos. Esos que están tan ocupados en contar billetes que son incapaces de alzar la mirada para ver qué pasa a su alrededor.

Me hacen reír aquellos que dicen una cosa y automáticamente hacen la opuesta, aunque no me hace ninguna gracia puesto que no me inspira mucha confianza. Me suena a chiste cuando me explican que aquellos jóvenes preparados que han tenido que hacer las maletas para buscarse un futuro mejor o ayudar a sus familias más allá de la península volverán algún día cuando el país se recupere. ¿A qué? ¿A veranear? ¿Quién va a querer vivir en un país que no tiene futuro?

Se me saltan las lágrimas cuando hay personas que no van a poder recibir tratamiento médico en la sanidad pública o no va a poder estudiar por falta de recursos.

Esos que un día se adueñaron de la bandera como símbolo de su españolidad, esos que defienden las corridas de toros a capa y espada como cultura que hay que mantener, aquellos que menosprecian la diversidad de un país con una enorme riqueza cultural los invitaba a recorrer la geografía con Imanol y Juan. Claro que a ellos les desearía mejor compañía, aunque si el sacrificio sirviera de algo estoy seguro que se prestarían a ello.

Creo que la ilusión tengo que buscarla en el fondo del armario ya que algunos se han encabezonado en escondérmela. Suerte que aún me quedan principios y convicciones, que son las que me dan ánimos cada día para hacer lo que hago.

Para aquellos que hablan en nombre de España me gustaría recordarles una gran frase: No llores por un país que lucha, lucha por un país que llora.


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