Bienvenidos a la nueva realidad de la sociedad. Esto no es una crisis, esto es la realidad, es un nuevo escenario. Ahora ya parece ser que nada cambia, permanece y adaptarse a ello va a ser la lucha de la supervivencia al más estilo Darwiniano. El nuevo escenario ha sacado a relucir lo peor del sistema actual pero aún esconde lo que queda por venir. Las situaciones de pobreza están aún muy escondidas por la vergüenza, el pudor y por la ayuda de los familiares pero ¿Hasta cuándo? ¿Cómo viviremos los próximos años?
Este último mes de Agosto está siendo una pesadilla para los que trabajamos en la asistencia social. Ha habido cambios importantes en el pago de la Renta Mínima de Inserción y a fecha de hoy aún hay familias que no las han cobrado. La Renta Mínima de Inserción es una ayuda social para aquellas personas que se encuentran en una situación de vulnerabilidad importante, con un pie en el sistema y otro prácticamente fuera de él. Es la última red que salva a muchas personas en una caída libre hacia un pozo sin fondo pero que da vértigo sólo asomarse a él. Dicen los que mandan que se ha hecho para evitar el fraude. Quizá hubiera sido mejor que, en vez de enviar cartas al domicilio en un mes de Agosto cuando Correos trabaja bajo mínimos, haber citado a las personas en las oficinas de empleo, haberles requerido la documentación que acredita que continúan en el territorio y que carecen de otros ingresos y que están buscando empleo de una manera activa. Después y a la salida de la oficina con el cheque en la mano. Los que cobran subsidio familiar de 426 € saben que este dinero hoy día es poco más que limosna.
Los que trabajamos en las «trincheras» sabemos que no hay recursos y que en muchas ocasiones debemos utilizar la ayuda y colaboración de las entidades del tercer sector. Cruz Roja y Cáritas para gestionar lotes de alimentos, fundaciones que gestionan casas de acogida para víctimas de violencia doméstica, asociaciones de desempleados que con ayuda mutua intentan que otras personas sin trabajo encuentren un empleo… Podría continuar.
Pienso que en la actualidad el tercer sector no tiene una presencia masiva en la sociedad. Apenas las grandes organizaciones disponen de recursos para aparecer en los medios de comunicación y hacerse visible. Si no hablan de ti y no te conocen es como si no existieras. Por otro lado también opino que hay demasiadas micro-organizaciones con demasiadas aspiraciones que apenas pueden cumplir los objetivos marcados. Por ello el futuro de muchas va a tener que ser la fusión con otras entidades que se dediquen a lo mismo. ¿Es que eso no lo hacen las empresas? Otro hándicap va a ser, sin duda, el dinero. Existen muchísimas entidades que funcionan gracias a un capital humano voluntario, pero hay que mantener locales, tener a profesionales en plantilla y en muchas ocasiones hay que recurrir al mercado para comprar bienes (aunque estos sean para repartirlos entre las personas necesitadas). Funcionar exclusivamente a base de subvenciones va a ser imposible.
En Estados Unidos la filantropía tiene un carácter diferente al Europeo. Las donaciones que hacen las empresas a las entidades del tercer sector desgravan un 100% (en España un 25%-35% según el caso). Las organizaciones están en muchísimos casos profesionalizadas y tienen una presencia masiva en la calle y en los medios. Es algo habitual encontrar carteles en el transporte público y en paneles publicitarios de grandes y céntricas avenidas. En Europa la filantropía queda en un aspecto caritativo porque también tenemos un modelo diferente de estado de bienestar, ese del que se habla tanto que ha entrado en crisis. Como dije en algún post en el caso norteamericano el Estado ni provee ni protege, en Europa -afortunadamente aún- existe una red de cobertura social que en muchos casos provee al ciudadano de servicios que no podría comprar.
No es mi intención que este post sea apocalíptico, pero creo que van a cambiar muchas cosas. En primer lugar porque las corrientes neoliberales están ganando terreno en Europa. En segundo lugar porque ante la excusa de «no haber dinero» lo único que pueden hacer es recortar derechos sociales. Tiempo al tiempo.
El tercer sector va a convertirse en protagonista inesperado del próximo escenario: la emersión de la pobreza, de situaciones aún más desesperadas y la falta de oportunidades. Si el esfuerzo que están realizando en estos momentos es grandioso va a ser titánico. El tercer sector va a convertirse en el proveedor de bienes y servicios de cobertura de primeras necesidades. Dudo que los estados lo vayan a hacer.
Para ello el sector va a tener que reconvertirse: profesionalizarse o morir. También va a tener que dejar de lado muchos tapujos. Lo social no está reñido con la empresa. El día que las entidades comprendan que el trabajo es la actividad principal del hombre y que la organización del trabajo la llevan a cabo empresas, se habrá construído otro puente más. Con esto no quiero decir que todas las organizaciones tengan una visión negativa de las empresas. Únicamente que deberán empezar a tenerlas en cuenta como un partner más dentro de su tejido.
Y fusionarse. Sumar esfuerzos para multiplicar resultados. Algunas desaparecerán, otras tomarán otra dimensión y otras sencillamente se reconvertirán.
Mejorar en la gestión de las organizaciones del tercer sector va a ser un esfuerzo más a añadir a la atención a las personas que llamen a la puerta pidiendo ayuda. Trabajar por objetivos y con un funcionamiento más afín al funcionamiento empresarial que a moverse por cuestiones emocionales. Toca usar más la cabeza para que el corazón bombee más fuerte.
En la actualidad ya existen organizaciones que funcionan de este modo y que se adaptan a los tiempos. Han abierto el camino. Ahora el resto sólo tiene que seguirlo. El tercer sector va a ser el motor de cambio de una sociedad mejor y el protagonista inesperado de un panorama desolador si las cosas no cambian.
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