En este país se han cometido actos de usura que más de uno creía que iban a quedar impunes y que se iban a ir de rositas. Gran error: no haber aprendido algo más de economía y del refranero popular. El cántaro se ha roto y ahora no hay más opciones que salvar el pescuezo (quien pueda, claro).

Pasemos al ejemplo práctico: pareja joven (media de 24 años) que en 2004 decide comprar un piso por 150.000 € (25 millones de las antiguas pesetas). Una hipoteca a 30 años, a un interés X variable (¡por supuesto!) paga una letra de 750 € . Como no tienen ahorros, piden el 100% del valor del piso, ya que se lo han logrado tasar en algo más: los pisos están subiendo y se venden como churros. Los padres de ambos los han avalado para que pongan en marcha su proyecto común. Ellos no ganan mal, consiguen traer a casa 2600 € cada mes. Las cuotas suben, pero disfrutan de su piso y siempre se revaloriza.

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SUPERANDO LAS PRIMERAS TURBULENCIAS

Problema: la relación va mal y deciden separarse…

El caso es que en el supuesto de tener que vender una vivienda en un momento de bajada, va a ser difícil sacar beneficios. Con suerte, se podrá recuperar la «inversión», es decir, renunciar a vender por 240.000 € algo que en su día les costó 150.000 € y venderlo con suerte por 180.000 € para amortizar los intereses pagados y los gastos de cancelación de la hipoteca. Eso siempre y cuando encuentren a alguien que ante una situación de credit crunch consiga reunir ese dinero.

En un momento de bajadas, conseguirán vender aquellos que realmente quieran quitarse el piso (y el problema) de forma rápida. Ajustarán el precio y lo venderán por poco más de los que les costó. Fuera piso, tú a tu casa y yo a la mía (a la de los padres ¡of course!). Con un poco de suerte, venderán sin perder beneficios aquellos que antes bajen los precios.

Aquellos que esperen a que los precios se recuperen y vuelvan a repuntar para superar las caídas, no sólo acabarán vendiendo el piso: lo malvenderán. Por ejemplo, «aguantar» con una hipoteca puente. Si los precios se desploman les costará vender incluso por 150.000 €, porque habrá oferta suficiente para comprar algo más barato y en mejores condiciones (acabados, cerca de servicios, transportes…).

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LOS QUE EN SU DÍA SE LANZARON

Pongamos el caso de otra pareja que ante la subida de los precios de los pisos, en 2004 compran un piso por 260.000 €: es algo caro, pero al precio que está todo es una «ganga» encontrar un pisazo de 120 m2 con acabados de primera, bañera de hidromasaje, climatización inteligente y zona comunitaria con piscina.

Problema: las cuotas de la hipoteca se hacen algo pesadas de soportar.

En un momento de estancamiento de la economía y parón inmobiliario se verán abocados al «debt slavery» (algo así como la esclavitud de la deuda). Es un fenómeno que viven las personas que pagan una cantidad superior por un bien que tiene un valor menor del que fue adquirido. Tienen que soportar una carga mayor que el resto de personas que pagan por un bien parecido menos dinero. Si decidieran vender su piso el tasador más generoso les ofrecería 200.000 €. Los pisos han bajado en masa y va a ser difícil quitárselo de encima.

¿Qué hacer? Poca cosa, ellos siguen debiéndole al banco una hipoteca que tiene un valor de 260.000 € y no de 200.00 €. Y cuidado con no pagar: en un hipotético embargo, el banco sólo conseguiría 180.000 € de la venta. Siguen debiéndole al banco 80.000 € (la diferencia del valor hipotecado con el valor real de la venta).

Las familias que ven como un bien inmueble se devalúa sufren el llamado «efecto pobreza» . Mientras ellos pagan una cuota de 1.400 € al mes, otras personas pagan 750 €. Dejan de permitirse ir de vacaciones, renuncian a comprar televisores de plasma de 40″ y siguen usando su viejo Seat Ibiza para ir al trabajo…


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